La profanación a la sinagoga de Maripérez el pasado 30 de enero es un hito dentro de una historia reciente de acciones antisemitas impulsadas, o al menos no frenadas, por el gobierno de Hugo Chávez
“El mundo tiene lugar para todos, pero resulta que una minoría, los descendientes de los mismos que crucificaron a Cristo, los descendientes de quienes echaron a Bolívar fuera de aquí y lo crucificaron también a su manera en Santa Marta, en Colombia, una minoría se ha apropiado de las riquezas del mundo…”.
Estas palabras fueron pronunciadas por el presidente de la República Hugo Chávez Frías el 24 de diciembre de 2005 en durante su visita al Centro de Desarrollo Endógeno “Manantial de Sueños”. En ellas se adivinan dos de los argumentos característicos del antisemitismo desde la antigüedad: la acusación de deicidio (los judíos fueron responsables de la muerte de Jesucristo) y el estereotipo del judío avaro, propio de la Edad Media.
Aunque la dirigencia de las instituciones judías en Venezuela no interpretó lo sucedido como una muestra de antisemitismo en esa oportunidad, la existencia de tendencias antisemitas en el gobierno de Hugo Chávez se materializó en hechos sucesivos desde esa oportunidad, hasta llegar a su clímax con la violenta toma de la sinagoga principal ubicada en Maripérez, donde también funciona la Asociación Israelita de Venezuela, el pasado dos de febrero.
Los cristales rotos de Maripérez
No era, sin embargo, la primera vez que este recinto, símbolo religioso judío por excelencia, era dañado. Desde el año 2003, también en episodios aislados, algunas marchas oficialistas en contra de sucesos como la guerra de Irak dejaban huellas en los muros del recinto: inscripciones como “Sharon genocida” “Viva la Intifada” y “no al sionismo”, algunas firmadas por grupos como la Coordinadora Simón Bolívar, organización social que opera en las zonas del 23 de enero. En uno de estos ataques, incluso, resultaron afectados los vidrios del interior de la sinagoga, al recibir el impacto de piedras y botellas lanzadas por los manifestantes.
Estas agresiones se vieron complementadas el 29 noviembre de 2004, cuando fue allanado el Centro Hebraica, núcleo social y educativo de la comunidad judía caraqueña. En esa oportunidad, miembros del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) y de la Disip ingresaron a las instalaciones con una orden de visita domiciliaria emitida por el juez 34º de Control del Área Metropolitana, Maikel Moreno. El documento disponía la revisión de todas las instalaciones del lugar en búsqueda de elementos de “interés criminalísticos” relacionados con el asesinato del fiscal Danilo Anderson ocurrido once días antes.
La visita duró tres horas, en las que se revisaron fosas de ascensores, baños y oficinas del lugar, sin ningún tipo de resultado. Ese mismo día, mediante un comunicado de prensa, la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela manifestó su preocupación por la vinculación de de la comunidad judía con un crimen como el perpetrado contra el fiscal Anderson.
Poco después de lo sucedido, la dirigencia comunitaria sostuvo una reunión con el entonces ministro del Interior, Jesse Chacón, quien explicó que había recibido denuncias que lo llevaron a ordenar el allanamiento, al tiempo que prometía que en la siguiente rueda de prensa del Ministerio iba a aclarar la situación. Tal declaración no se produjo.
Venezuela: amigos y enemigos
Aparte del allanamiento a Hebraica, las acciones cometidas contra la sinagoga de Maripérez eran habitualmente consecuencia de la adopción por parte del gobierno de un cambio radical en su política exterior respecto al Oriente Medio y concretamente contra Israel.
Este cambio se materializó en el acercamiento del gobierno nacional, no solamente a las autoridades palestinas -cuya representación permanente se estableció en Venezuela en el año 2004–, sino a líderes y naciones árabes que, tradicional o recientemente, se han declarado enemigas del estado de Israel.
Una de las alianzas más conocidas es la existente entre el presidente Chávez y el primer mandatario iraní, Mahmoud Ahmadinejad, conocido ampliamente por sus discursos negacionistas del Holocausto judío y sus amenazas sobre la desaparición del estado de Israel. Con este gobierno, (al que también lo une un virulento sentimiento estadounidense), Venezuela ha suscrito acuerdos económicos por más de 7.000 millones de dólares.
Adicionalmente, Chávez ha respaldado el triunfo del movimiento Hamás en las elecciones parlamentarias de la Autoridad Nacional Palestina y ha recibido muestras de estima del líder de este grupo, Hasán Nasrala, y de otros mandatarios como Muamar Qaddafi y el ya fallecido ex mandatario iraquí, Saddam Hussein.
En su defensa, el gobierno nacional ha empleado la máxima de las relaciones internacionales que reza que “el enemigo de mi amigo no necesariamente es mi enemigo” y que sus relaciones con Hamás y Hezbolá (grupo armado del Líbano) son “de respeto a las organizaciones políticas de los diferentes países”.
Sin embargo, el deterioro progresivo de las relaciones bilaterales entre Israel y Venezuela demuestra lo contrario. Luego de que Venezuela careciera de embajador en ese país desde el año 2004, el presidente Chávez ordenó en julio de 2006 la salida del encargado de negocios, Héctor Quintero, como una forma de protestar por las acciones militares cometidas por Israel en el Líbano, una actuación evitada, incluso, por las naciones árabes más estrechamente ligadas con ese país.
Pero la declaración de hostilidad más abierta en contra del estado de Israel fue la expulsión de su embajador, Shlomo Cohen, el 7 de enero de este año, una acción defendida por el comunicado de prensa del ministerio de Relaciones Exteriores como una muestra de la “vocación por la paz y el respeto al Derecho Internacional” de Venezuela, que se complementó con la ruptura de las relaciones diplomáticas entre ambos países una semana más tarde
Obras son amores…
La firma en diciembre del año pasado de un acuerdo conjunto con Brasil y Argentina para condenar el antisemitismo en el mundo, así como la aparentemente eficaz gestión de los cuerpos policiales para investigar la profanación de la sinagoga de Maripérez (hasta el momento han detenido a siete indiciados, incluidos cuatro policías) han sido empleadas por el gobierno para negar las repetidas acusaciones de antisemitismo en su contra.
Aseguran que sus acciones y discursos respecto al conflicto en Medio Oriente no buscan atacar al pueblo judío, sino lo que han calificado de “prácticas terroristas y genocidas del estado de Israel”. Tanto el presidente Chávez como el ministro de relaciones exteriores, Nicolás Maduro, han hecho llamados a los judíos de Venezuela en contra de Israel. “Del mismo modo en que repudian al Holocausto judío repudien el palestino”, sostuvo el canciller durante su participación en un acto en la mezquita de Quebrada Honda el mismo 7 de enero.
Sin embargo, el centro Simón Wiesenthal, niegan que este tipo de declaraciones muestren la buena voluntad del gobierno de luchar contra el antisemitismo. “Lo más perverso de todo es el llamamiento que hizo Chávez a que los judíos repudien a Israel y que si no lo hacen, quedarán, siguiendo ese razonamiento, del lado de los criminales y genocidas”, declaró Sergio Widder, representante para Latinoamérica de esa organización el 23 de enero pasado.
Las personas y organizaciones nacionales e internacionales que suscribimos este comunicado rechazamos categóricamente el ataque sistemático y persecución judicial contra Oscar Costero,