Euridice Ledezma es una periodista egresada de la UCAB. Con 28 años de ejercicio caminando sobre el asfalto para buscar noticias; 28 años en los que dispara el obturador de su cámara para registrar la historia. Ha recibido dos amenazas en su residencia durante la última semana por hacer su trabajo.
Euridice es periodista freelance, y en días pasados ha estado registrando las marchas fotográficamente y narrando lo que sucede en su blog y perfiles de redes sociales. Como actos de interés público, cualquier periodista o ciudadano tiene el derecho de capturar a través de cualquier medio audiovisual o escrito, lo que sucede en las manifestaciones, gracias a la libertad de expresión.
La publicación de esta información sin temor a represalias también es un derecho amparado por la Constitución Nacional, y permite que las personas puedan acceder a información oportuna y veraz. Sin embargo, el 16 de mayo a Euridice le partieron los vidrios del carro dentro del estacionamiento de su edificio, y no hurtaron ningún objeto de valor que se encontraban dentro del vehículo, por lo que asume que no fue un hecho de delincuencia común, sino una amenaza.
El pasado 18 de mayo Euridice salió a cubrir la protesta en la autopista Francisco Fajardo, cuando comenzó la represión se retiró del lugar y se dirigió a su edificio, desde donde tiene una vista privilegiada de la autopista. Allí siguió registrando lo que sucedía, para documentar y luego publicar la información en Internet, ejerciendo su derecho a la libertad de expresión.
Desde las alturas comenzó la faena de fotografiar la represión y el proceso de avance de las tanquetas contra los manifestantes de oposición.Mientras Euridice realizaba su labor, notó la presencia de una persona que se dedicaba a grabar con una videocámara a todos los manifestantes que se encontraban en el frente de la manifestación. Le tomó una foto, dos, tres. El motorizado de negro se dio cuenta y ella le hizo un gesto de saludo militar.
Minutos más tarde un hombre joven, se acercó a su edificio y, amenazando, le dijo a sus vecinos: “a la rubia que está tomando fotos, la voy a venir a buscar con el Sebin”, del mismo modo les dijo que ella no era reportera y que “irían por ella”.
Aquel hombre del que Euridice no tenía más información, cumplió su amenaza minutos más tarde. A la puerta del estacionamiento de su edificio llegó una camioneta Hilux blanca blindada y dos o tres motos. Los vió desde la planta baja, y de inmediato le dijo a sus primos: “¡Vénganse, vénganse, vénganse!” Logró esconderse en un cuarto, la puerta no cerraba, apenas respiraban.
Euridice se concentró en escuchar y apagar todos sus sistemas, para que la adrenalina no los delatara. Olía a basura y desinfectante, y el espacio era mínimo. Sujetaba la puerta, pues sabía que si la abrían no habría forma de escapar del arresto. Se escuchaban voces de hombre cada vez más cerca. O eso le pareció.
Logró escabullirse de la búsqueda, y quedó solo el temor de la amenaza. Se escondió; se asustó, sin duda. Pero la convicción de que como periodista y ciudadana no estaba cometiendo delito y que no tenían derecho de ir a buscarla, prevaleció en ella. “Estoy documentando. Si lo que tú estás haciendo mientras yo documento te incrimina, esa es tu consciencia, tu responsabilidad penal, no la mía”, afirmó.
Eurídice también explicó que “estaba haciendo aquello para lo cual la sociedad en la que crecí me formó; contar lo que sucede en la calle. Que lo haga de manera independiente no significa ninguna diferencia.”
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Fuente:
Euridice Ledezma, entrevista realizada por Espacio Público el 23 de mayo de 2017
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