Manrique cataloga de “exabrupto” lo ocurrido en aquella ocasión y señala que su posi-ción fue firme desde un principio: no sustituiría a la actriz. Colmenares calificó el veto como una “retaliación por un pensamiento distinto”, ya que estuvo visiblemente vinculada al movimiento estudiantil que se opuso a la reforma constitucional propuesta por el presidente Chávez. Casualmente, días antes de que fuera vetada en el Celarg, el enton-ces ministro de Cultura, Francisco Sesto, la había catalogado de “personaje menor del fascismo criollo”.
Contra otros creadores. En octubre de 2008, el Celarg estuvo de nuevo en medio de lo polémica cuando pidió al autor de la obra Hollywood Style, Marcos Purroy, que eliminara algunas improvisaciones y frases del parlamento de su montaje que pudiesen herir al Gobierno. En este caso, el creador cedió a los requerimientos del personal de programa-ción y suprimió algunos textos, como el que hacía referencia a personas saliendo en balsa del país. Sus argumentos fueron los siguientes: “Hay que entender que el Celarg es un espacio del Gobierno. En esta polarización, si buscas presentarte en una sala que le pertenece al Estado no pretenderás que el texto que se presente allí vaya en contra del proceso. La censura que ha impuesto la institución está orientada a que no se toquen temas políticos”, dijo Purroy.
En diciembre de 2008, también se adjudicó a las preferencias políticas del Celarg, el hecho de que la obra El cielo es muy aburrido, producida por Rebeca Alemán, fue reti-rada de cartelera antes de la fecha prevista. En su lugar, se exhibió el monólogo Allende: la muerte de un presidente, que sí obtuvo el visto bueno Gobierno.
Pero la censura política no afecta sólo a las tablas. El fotógrafo Luis Brito, que ganó el Premio Nacional de Fotografía en 1996, declaró al diario El Nacional, en octubre de 2007: “No puedo exponer en ningún museo ni puedo representar a Venezuela en el ex-terior, porque estoy vetado. Venezuela no es de todos, es de ellos. Bajo ningún concepto acepto imposiciones. Yo siempre he creído en la libertad y tengo un compromiso con el país". Al artista le habían propuesto realizar una exposición individual que reuniera los retratos que le hizo a las muñecas de Armando Reverón, pero aseguró que finalmente no la aceptaron por su posición política.
Mucho antes, en el año 2003, la censura del Gobierno afectó la participación venezolana en la Bienal de Venecia. El entonces viceministro de Cultura y presidente del Conac, Farruco Sesto, envió al artista Pedro Morales una comunicación que vetaría su obra para la Bienal de Venecia en 2004. El documento, dado a conocer en mayo de 2003, decía: “Reconocemos los méritos del artista Pedro Morales, así como la importancia de nuestra presencia en un evento de la envergadura de la Bienal de Arte de Venecia. Sin embargo, la versión final de City-rooms difiere del proyecto inicial presentado a concurso y ava-lado por el jurado, pues contiene elementos que agreden nuestra imagen como país; por lo cual esta institución no acredita la propuesta. En consecuencia, se retira la participa-ción oficial de Venezuela en este evento”.
En la obra de arte digital de Morales, que escenifica una especie de rancho, había un Chávez que hablaba sin parar hasta que un ama de casa le daba un cacerolazo en la ca-beza; un cuarto con el logotipo de los círculos bolivarianos, en cuyo interior hay unos folletos con el nombre de Cuba; además de imágenes de las calles caraqueñas, llenas de marchas pitos y cacerolas, con policías en la plaza y francotiradores en las azoteas, y un grupo que cantaba: “Uh, ah, Chávez no se va”. Por eso, el Gobierno decidió que el pro-yecto artístico “agredía nuestra imagen como país” y no merecía viajar a Venecia.